Javier Palacios
“El fuego no está en los techos de las casas sino en las almas de los hombres”.
Palabras frías pero verdaderas salidas de una realidad social y política, que describe la Rusia zarista del siglo XIX; entre nihilistas ávidos de libertad de pensamiento, y el ideal de progreso de una sociedad reprimida, sedienta de cambio bajo la égida de la” moral y la conciencia de masas”.
De allí surgió la obra teatral “Los Demonios”, adaptación de una de las piezas literarias escrita por uno de los más emblemáticos expositores de la Rusia literarata, Fedor Dostoievski, llevada del libro a las tablas por Patricia Jaramillo, y dirigida por Ricardo Camacho en el Teatro Nacional de Chapinero; donde el autor se basa en un hecho real sucedido en Moscú, para narrar la historia de Sergei Nechayev, un líder nihilista que impulsa a cuatro de sus seguidores a matar a un quinto integrante de una especie de grupo revolucionario, como sospechoso de una traición inventada por su mismo precursor.
La historia se desarrolla en torno a muchos de los ideales que en esta época rodeaban la sociedad en donde se incubo uno de los totalitarismos más significativos de la historia mundial que por supuesto influyó al autor, ya que vivió en carne propia los vetos del régimen. Sin embargo está enmarcada en algunos de los problemas que desde la perspectiva del autor, eran motivo de obsesión para él: la capacidad de destrucción y muerte del ser humano, además de la disyuntiva entre el bien y el mal.
El público se ve tocado y sorprendido por algunas de las acciones de sus personajes que se ven inmiscuidos en situaciones de un tinte dramático que lo llevan al análisis de las conductas que muchas veces podrían ser catalogadas como ridículas, pero que al verlas escenificadas nos hacen vislumbrar que aunque los textos hayan sido escritos hace mucho tiempo, no son ajenos a la situación que vivimos, con los pocos brotes de una ideología que en nuestro contexto, aún sobrevive y no está muy lejos de la realidad.
Un ambiente de metal lúgubre en su escenografía, nos dan un rasgo duro de lo que se va a ver en el escenario, reforzado por la iluminación y su música que hace que estemos siempre en un ambiente distinto, sin cambiar de lugar.
“Ahora que la letra ha saltado de la dimensión longitudinal y empieza a palpitar en el cubo del escenario, cada noche, cada tarde, es una representación distinta y original, le pertenece al público que decidirá si conviene nutrirla con su ardor.” Patricia Jaramillo.
Jueves a Sábado 8:00 P.M. Teatro Nacional Chapinero Cra. 11 # 61-80
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