@AMpuntonet
Pintada de blanco, de pies a cabeza, con el torso desnudo y una sábana envuelta a la cintura, Ángela María Cano, de rodillas sobre la acera, atrae las miradas de los transeúntes que a diario caminan por la carrera Séa.

"Ella me recuerda cuando yo era gamín. Allí, me bañaba y me la pasaba echando chorro", gritó un habitante de la calle al asociar el cuerpo de la joven, de 30 años, con el de La Rebeca, una escultura de 1926 y que reposa en la carrera 13 con calle 26.

La idea de despojarse de la ropa y de convertirse, por algunos minutos, en un monumento de carne y hueso nace de un trabajo de investigación que adelanta junto con dos compañeros en la Universidad Distrital, donde estudia licenciatura en educación artística.

"El semestre pasado nos tocó hacer un seguimiento a un monumento público. No queríamos un prócer, así que elegimos La Rebeca", dice la joven y reconoce que fue tanto el interés que despertó la escultura, que se convirtió en su trabajo de grado, una investigación del cuerpo en el espacio público.

"Cuando uno hace cosas de estas en la calle, la gente se educa, no digo que cambiemos el mundo, pero pequeñas cosas como estas, desde el arte, generan un cambio: el de no ver el desnudo como un tabú en pleno siglo XXI, confiesa Angela María, quien vive en Suba con su hija de 12 años.

Esa es la motivación que hace que salga todos los fines de semana de su casa con un tarro de pintura, una toalla, unas bolsas, cremas de maquilladores y una muda de ropa para encontrarse con Paola y Elkin, en frente del edificio de Avianca.
Ellos son dos compañeros que la acompañan en la investigación.

Escondida detrás de un muro, ella empieza a desvestirse de abajo arriba. Los curiosos se acercan para ver qué está pasando. Sin embargo, Elkin impide cualquier acercamiento. Mientras la joven se desnuda, se pinta el cuerpo y se transforma en La Rebeca, él alista una cámara fotográfica análoga con la que graba, con una foto, la reacción de la gente que transita por el lugar. Los hombres la miran con morbo, las mujeres se identifican con ella y los niños, con su inocencia, se sorprenden de verla.

La gente les da monedas. Piensan que esa es su forma de sustento. Ellos callan y aceptan; por dentro saben que es una ayuda para pagar el transporte y la pintura. Además, todo lo que la gente hace o dice es parte de la investigación.


Al caer la tarde, La Rebeca se convierte de nuevo en Ángela María, la joven cuyos padres la apoyan desde lejos, pues viven en Mosquera. "Le oculté por mucho tiempo a mi mamá lo que hacía.
Pero la semana pasada viajé al pueblo y le mostré las fotos. Ella se sorprendió de ver el rostro de tranquilidad y confianza que reflejo", cuenta Ángela María mientras con una toalla retira la pintura de su rostro. Los ojos le lloran vencidos ante tanto maquillaje.

Cuando toda la pintura ha caído de su cuerpo, salen del lugar, toman un bus y regresan a casa. Allí, analizan las opiniones de la gente, como la del muchacho que gritó: "Esta es la Rebeca verdadera, de carne y hueso".

@AMpuntonet
1 Response
  1. Hola CultivArte!!

    excelente blog! felicitaciones por su labor!
    nosotros somos Colectivo Cultural Cuarto Menguante!
    Nos gustaría contactarnos y de paso invitarlos al festival de poesía que estamos organizando!!!
    pásense por nuestro blog: http://colectivoculturalcuartomenguante.blogspot.com

    saludos!


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