Aseveración directa y a los sentidos que independientemente lo dura que sea, tiene un valor de verdad; además da cierta sensación de qué va a encontrar en un monólogo cara acara con este personaje que con el rostro de uno representando a muchos, refleja lo sórdido que pudo llegar a ser su percepción de la vida. “Boris Vian es: intenso, fuerte, descarnado, directo, brutal, irónico, de humor, sobre todo es muy directo y claro en sus imágenes”. Ricardo Leguízamo, actor protagonista del monólogo un sabor a Boris Vian.
La imagen de la obra básicamente es un actor en escena, multiplicándose por muchos más en unas situaciones que hacen que los textos y el mismo público, lo tomen desde unos puntos bastantes personales, ya que en el desarrollo del monólogo trascurre en unas pausas y unos tiempos únicos, donde el silencio cobra una tensión que comunica esa ironía y esa manera tan directa de exponer sus impresiones u opiniones acerca de un tema o situación que se plantea para así inmiscuir al público en este entorno, que con pocos elementos en el escenario hace que sean suficientes para expresar lo planteado.
Desde un marcado interés por resaltar una posición en cuanto a la guerra o las consecuencias que esta puede dejar en un ser, hasta un símil entre una muela y la vida, es el sabor que se percibe dentro de los textos que según su protagonista son complejos de asimilar y aprender, “aunque en general el público lo disfruta, se lo goza y sobretodo genera, humor y risa y eso hasta ahora ha sido el común denominador de todas las funciones”. Así es como pueden alcanzar a saborear a Boris Vian, sin embargo y como todo en la vida nada sabe igual para diferentes paladares.
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